Ulpan de Rikudei Am “Netze Bemajol”


Por ALICIA SAIENTZ

El Ulpan de Rikudei Am “Netze Bemajol” es un espacio de formación de morim (docentes) en la enseñanza de la danza folklórica israelí que conjuga tradición, cultura y alegría, que se lleva a cabo los días martes, a las 18.30 h. Estamos orgullosos de acompañar su continuidad junto al Seminario Rabínico Latinoamericano.

El Ulpan fue siempre fue un lugar de encuentro, de sociabilización, de tomarnos de las manos para transmitirnos energía, de mirarnos a los ojos para leer las emociones del otro. Fue creado en 1976 por Carole Yaffa y lo dirijo desde el año 2000.

De pronto comenzaron las clases sin poder mirarnos a los ojos, muchas veces sin posibilidad de exponer nuestras dudas o ideas. Charlas sin poder manifestar en el momento nuestros desacuerdos. 

Veía por las redes las Harkadot (encuentros para bailar) sin encontrarnos, sin darnos las manos en las rondas. Con la música desfasada de nuestros pasos. Las grabaciones de Zoom mostrando cosas que no quería ver en ese momento porque la acción estaba en el otro lado de la clase (o del recuadro).

Si bien me tomó bastante tiempo aceptar que esta modalidad se quedaría más de lo imaginado, logré con la ayuda de la gente de Amijai implementar el Ulpan de Rikudei Am “Netze Bemajol” que estaba en medio de la mudanza.

Tenía muchos posibles futuros alumnos que nos estaban esperando y alumnos que quedaron esperando poder terminar de cursar su segundo año. Morim que me alentaron a intentarlo. Y aquí estamos transitando casi tres meses de clases, mucha teoría y algunos rikudim para ilustrar.

Entre las cosas positivas, puedo capitalizar el logro de reunir a un grupo comprometido de personas que no se pierde ninguna clase, salvo que los problemas técnicos nos superen, aunque no es mi modelo ideal para el aprendizaje.

Me fui dando cuenta de que no era del todo analfabeta en temas virtuales y tecnológicos, pero cuánto sigo aprendiendo de mis hijos, de mis nietos, de mis alumnos; cada día algo nuevo, cada día un nuevo truco.

Tuve que cambiar mi resistencia al aprendizaje en forma virtual y adaptarme, aunque sigue siendo raro y sigue provocando alguna que otra frustración.

No es fácil, al estar sumergidos en una realidad como la que vivimos, encontrar la energía para realizar una actividad tan placentera como la nuestra pero seguiremos con el desafío de formar morim de rikudim comprometidos con la transmisión de nuestros valores a futuras generaciones, de acercarnos a nuestras raíces, tradiciones y vivencias judaicas, de aprender a convivir y tolerar inconvenientes, mostrar habilidades y perfeccionarnos.

Alicia Saientz
Directora Ulpan de Rikudei Am “Netze Bemajol”

 


Compartimos las palabras de una participante del espacio

Este loco 2020 va a ser recordado por mí más por la realización de un sueño que por la brutal cuarentena a la que el COVID-19 nos sometió.

El 20 de marzo nos detuvimos, todos los proyectos se atomizaron con el desinfectante en aerosol. No podíamos ver más allá de las tres semanas que duraría la cuarentena.

Una vez que pasó el primer impacto, y pudimos mirar alrededor y entender qué era lo que estaba pasando, pusimos manos a la obra, en el sentido estricto de la frase. Nos pusimos a amasar, ordenar, reciclar muebles. Y los días pasaron, en mi casa, por lo menos, sin grandes consecuencias.

Todo empezaba a acomodarse en una nueva rutina, que empieza dos horas más tarde que la rutina “normal”, con las clases virtuales del shule de los chicos, el trabajo disimulado con la persiana baja de la librería que los padres del barrio se encargaron de agradecer y proteger. Pero había algo que no completaba mis días…siempre con la sensación de que mañana iba a ser igual en un espiral de ésos que no son buenos.

Hasta que llegó el whatsapp menos esperado, aunque cuando pasó, supe que era el más esperado. Nos avisaban que comenzaríamos las clases del Ulpan de manera virtual. Con el ejercicio diario de asistir a mis hijos para que cumplieran con su cronograma, me preparé como una colegiala: carpeta nueva, cuaderno, biromes de colores y muchas ganas de aprender.

Pero no todo es color de rosa, la señal se corta, el zoom se conecta en un dispositivo sí y  en otro no, en el que se conecta a la mañana no se conecta a la tarde… Y así fue como tuvimos que adaptar la vida: el WI-FI de 50 Mbps se transformó en un cable de red de 25 metros que atraviesa elegantemente todo el departamento, no descuidarse y tener siempre cargada la batería del celular y la tablet por cualquier emergencia con la PC,  acomodar la cámara para que la papada “no se note tanto”, acondicionar el pedacito de casa que nos serviría de aula en ese momento, y sobre todo, tener siempre las zapatillas con las suelas desinfectadas para poder bailar en casa. Y así llegaron las primeras clases, conocimos las caras detrás de esos números de teléfono del grupo de whatsapp.

Y nos pusimos en marcha, entramos en los contenidos, en la historia, memorizamos cada nombre, cada dato y yo siento que la adrenalina hace que aprenda las coreos a una velocidad nunca antes experimentada.

 Estamos aprendiendo a aprender de otra manera. En mi casa respetan mi compromiso y el horario de la clase es sagrado. Me dejan sola y en silencio. Así como ellos tienen sus momentos, yo tengo el mío. Trasladamos los espacios de estudio a casa, y nos dimos cuenta de que se puede aprender la teoría y también se puede bailar, se puede compartir y de a poco vamos calentando el ambiente, tal vez más “de a poco” que si nos viéramos en persona. Pero ya se siente que nos metimos todos en el mismo cuadradito, mientras esperamos que el corona nos permita apoyar las manos en los hombros de nuestros compañeros y compartamos el maagal.

Myriam Rasnosky
Participante del Ulpan de Rikudei Am

 

También te puede interesar