No utilizan solo las voces y las manos a través de sus instrumentos, sino que rezan con ellos. Nos llegan hasta la fibra más íntima. Y con una simple melodía nos pueden trasladar a historias con nuestros abuelos, historias en blanco y negro. Nos alegran el alma con el entusiasmo de su música.
Compartimos algunas palabras, en primera persona, que reflejan las experiencias individuales de cada uno de los integrantes de nuestro equipo de litúrgico, a lo largo de este año tan particular.
Meital Avruj
Este año fue de gran aprendizaje y nos sirvió para conectarnos desde un lugar muy distinto. En un principio, cuando grabábamos desde la intimidad de nuestras casas, resultaba muy gratificante saber que de alguna manera eso llegaría a tantas familias de la comunidad y que, a la distancia, estarían tan cerca.
Para este año que comienza deseo que las distancias se acorten, que logremos reencontrarnos nuevamente, física y emocionalmente, en el abrazo compartido de cada Shabat en comunidad.
Dan Hakim
Soy Dan Hakim, percusionista de la comunidad.
Desde muy chico comencé a interesarme por la música.
Recuerdo mis primeras clases. Tenía seis años. Los profesores venían a casa y, al no tener un instrumento, me iban armando con tachos de pintura y cacerolas de distintos tamaños lo más parecido a una batería. Así comencé a jugar con distintos sonidos y a interesarme por el instrumento. No me perdía ninguna clase.
Fui creciendo y mi pasión por la música también. Comencé a estudiar en diferentes conservatorios con distintos profesores e incursionar con instrumentos de percusión y batería.
Más allá del instrumento, comencé a entender la música en general, a sumar mi estilo e interpretar cada canción u obra que tocaba. Así fui descubriendo, en las miradas de los que me escuchaban y en la de mis profesores, que iba por un buen camino.
Hoy la música se convirtió en mi modo de vida, es la manera de expresarme, de comunicarme con la gente y conectarme conmigo mismo.
Cuando comenzamos con la pandemia, recibí el llamado de Adrián, «el Colo», invitándome a participar del shabat de Amijai de manera virtual. Eso me encantó, ya que hace muchos años vengo participando en la Comunidad de una u otra forma. Pero también fue un reto, porque nunca lo habíamos hecho de esa manera, cada uno filmando su música desde su casa, para que luego una persona lo editara. No era cómo estábamos acostumbrados.
Pasaron las semanas y me fui dando cuenta de la importancia y alcance que comenzó a tener el shabat en la cuarentena, tanto para las personas que siempre venían al templo, como para las que quizás nunca lo habían hecho.
En uno de los shabatot escuché una frase del Rab Ale Avruj: «cada uno reza a su manera. Algunos rezan las tefilot, otros con palabras que le brotan desde el corazón, otros a través del movimiento del cuerpo, otros a través de la música». Comprendí que eso es lo que me estaba pasando.
Luego habilitaron el Templo para hacer los servicios de shabat desde Amijai. Allí se creó un clima diferente ya que, al ser presencial, pudimos ensamblarnos y conectarnos. Creemos que estamos transmitiendo esa energía cada viernes para que llegue a cada casa tal cual la sentimos.
Solo me queda agradecer al staff de músicos, al Colo en especial, que me convocó y a nuestro Rab Ale por la oportunidad que me dan al compartir este espacio, que con tanto cariño hacemos.
Yanina Meler
La música no cura una pandemia, pero alegra el alma.
En estos tiempos tan difíciles que estamos atravesando, todos buscamos la forma de renovarnos y reinventarnos. Nos vimos obligados a mirarnos realmente en el espejo y a ponernos de algún modo a prueba.
Nos dio la oportunidad de «volver a casa», de encontrarnos y aprender a cuidarnos para poder cuidar mejor de los demás.
Por supuesto que no es tarea fácil, se añora compartir y abrazar a nuestra familia y amigos,se extraña la vieja rutina, llegar a la comunidad y saludar con un beso a cada uno de ustedes, cantar mirándolos y sentir esa energía mágica que se generaba en cada shabat presencial.
Hoy lo hacemos mirando el espacio físico vacío, pero en cuanto conectamos con el shabat, cada uno de ustedes se hace presente en sus lugares, los sentimos tan cerca como siempre, porque sabemos que están ahí, acompañándonos y vibrando juntos. Supimos atravesar este momento, pudiendo llegar a cada casa, sintiendo que la magia del shabat si gue viva y presente en cada uno de nosotros.
El shabat nos sigue uniendo.
Es muy gratificante para mí recibir mensajes de agradecimiento, ver que cada vez somos más y saber que con nuestras tefilot tocamos el alma de ustedes dándoles fuerza, alegría, refuá y espiritualidad. Me llena de orgullo y me desafía a crecer, a tratar de brindar un poco más cada día.
Este año que termina tuvimos que postergar muchas cosas, personales y colectivas. Tuvimos que cambiar nuestra mirada para adaptarnos a lo nuevo. ¿Cómo será mañana? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que podemos ser fuertes, que estando juntos lograremos más, que siempre debemos alimentar la esperanza, la solidaridad, la alegría y las ganas de crecer.
Les deseo a todos un año lleno de brajot, esperanza y mucha salud.
¡Esperemos volver a vernos pronto!
Shaná Tová Umetuká
Gastón Saied
Como parte del equipo de Shlijei Tzibur (equipo litúrgico) de Amijai, simplemente quiero agradecer. Creo que la gratitud es una de las acciones más importantes y siento la necesidad de hacerlo. Agradecer por lo que tenemos, por lo que la vida nos dio y agradecer a todos ustedes, a nuestra comunidad, por el simple hecho de contar con un espacio de pertenencia tan hermoso y que forma parte de mi vida y de mis días.
Agradecer porque Amijai fue penetrando tan profundo en mí hasta lo que es hoy. Me genera la necesidad de brindar mi arte con alma y corazón para todos ustedes. Hoy en día toca hacer los Shabatot y las Altas Fiestas sin la Kehilá presente de manera física, pero más presentes que nunca. La energía se siente y vibra de la misma forma que si estuviésemos todos juntos allí. Am Israel Jai.
Mario Daniel Woloski
Tengo el honor de participar tocando mi guitarra en las ceremonias de Shabat y demás ocasiones. Si bien no estoy todos los viernes, me siento parte del equipo y es un placer estar, acompañar y transmitir nuestra música y emoción, que lleve paz, armonía e invitación a la reflexión.
Eso es lo que siento: una dulce emoción