Traducción de la entrevista realizada a Sergio Kochen en Bewegendes Schicksal, por Sylvia Kunze
Josef Kochen ya no está vivo. Pero su historia permanece intacta gracias a su hijo Sergio, quien visitó las salas del campo de concentración del recluso número 68676.
Al final de su visita al Memorial del Campo de Concentración en Schlieben-Berga, Sergio Kochen no encontró la forma de expresar lo visto y escuchado. Las emociones lo dominaron. Sus ojos se humedecieron al imaginar el infierno experimentado por su padre siendo tan joven.
El hombre de 60 años se había preparado para este viaje. Una visita a la Kamienna polaca, donde su padre había tenido que trabajar para la compañía Hasag como mano de obra forzada antes de su deportación a Alemania y, teniendo en cuenta la naturaleza de la destrucción física y psicológica de las personas que ocupaban un lugar similar en la historia de la Segunda Guerra Mundial como Auschwitz y Mauthausen. En ese momento su padre todavía estaba vivo, pero se había negado a acompañarlo.
Josef Kochen nació en 1924, por lo tanto tenía 21 años cuando finalizó la Guerra. Habían hablado en varias ocasiones de lo sucedido, pero sin poder obtener una imagen real, sólo fragmentos incoherentes. Es por eso que Sergio fue en la búsqueda de pistas.
Esta visita a Berga, donde su padre estuvo durante varios meses, no solo le brindó información a Sergio, sino también a los miembros de la Asociación Memorial, ya que hasta ese momento, Josef Kochen había sido solo el número 68676 y el procesamiento de su historia no había avanzado más. Cuatro semanas antes del viaje, había enviado el correo electrónico avisando que iría a Alemania y diciendo que deseaba echar un vistazo al lugar. Con la ayuda de International Tracing Service, se pudo ir completando el archivo de los datos y se pudieron agregar también los hechos cuidadosamente anotados por Sergio.
Su padre tenía tres hermanos menores que perdieron la vida en Treblinka, la madre fue asesinada a tiros. Su abuelo había viajado a Argentina en 1938 y quería que su familia se uniera a él. Esto nunca se pudo concretar.
Joseph trabajó dos años en la fábrica de la muerte en Kamienna y sobrevivió. Al final de la Guerra pesaba solo 35 kilos. Estuvo en Buchenwald y en Schlieben. En 1948 partió hacia Argentina donde fue encarcelado por seis meses. Recién después de esto, Josef Kochenfue un hombre libre, pero marcado por la historia. «¡Su historia es increíble!», repetía Sergio una y otra vez, sabiendo cuánta gente no ha sobrevivido a este infierno de la Segunda Guerra Mundial.
En su visita Sergio se detuvo frente a una cama donde su padre pudo haber dormido. Miró la ropa delos prisioneros y muchos otros objetos originales de esa época. Escuchó atentamente los informes de Uwe Dannhauer, del Dr. Jürgen Wolf y de otros miembros delaasociación. Tomó innumerables fotos para ayudar a recordar y a procesar lo vivido, para poder mostrarles a sus hijos al narrarles los terribles momentos por los que tuvo que pasar su abuelo.
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