El judaísmo nos enseña que todos estamos dotados de la capacidad creativa simplemente por ser humanos.
En el mundo Occidental, muchos de nosotros aprendimos en la escuela que la creatividad está asociada con las aptitudes artísticas. Si no éramos talentosos para dibujar naturalezas muertas, algún adulto bien intencionado nos inducía a creer(o peor aún nos decía explícitamente) que no éramos creativos.
Sin embargo, la Torá enseña que la creatividad es patrimonio y base del Judaísmo. Las primeras tres palabras de la Torá son Bereshit bara Elohim: “En el principio, D’s creó”. El primer acto de D’s es uno pleno de creatividad. Solo unos versículos más adelante leemos que los humanos están creados b’tzelem Elohim (“a imagen de D’s”). Si D’s es, primero y antes que nada, un creador y nosotros fuimos creados a Su imagen, entonces también fuimos creados para ser creadores. Cada uno de nosotros está dotado de la capacidad creativa simplemente por ser humanos.
Los rabinos de la antigüedad sabían que activar el sentido creativo podía ser una forma poderosa de aprovechar al máximo nuestro ser más profundo y así acceder a lo Divino. Después de la destrucción del Segundo Templo, se establecieron dos caminos hacia la conexión divina: el beit knesset o casa de oración y el beit midrash, la casa de estudios. Ambos se basaron en los textos, pero paradójicamente, el trabajo espiritual e intelectual en ambos centros se alimentó de la creatividad innovadora.
El libro de plegarias judías nos pide una y otra vez que cantemos un shir jadash, una nueva canción a D’s. ¿Qué significa una nueva canción? Algo singular, espontáneo, lo que surge cuando nos abrimos a lo Divino y permitimos que algo más grande que nosotros mismo, algo que está más allá de nosotros nos atraviese.
La misma palabra jadash (nuevo) es también la base de la tarea sagrada del beit midrash. Tal como enseñó el gran sabio Rabbi Yehoshua: efshar l’beitmidrash b’lo jidush: No puede haber una casa de estudio sin interpretación creativa (Jagiga 3 a). Ser un alumno de Torá es poner la propia creatividad a conversar con nuestros textos milenarios a fin de obtener una nueva interpretación de ellos.
Las prácticas fundacionales del judaísmo, la plegaria y el estudio de los textos, exigen un compromiso con lo que es a fin de que pueda surgir lo que será. De esto se trata, en esencia, el proceso creativo: convertir lo que es (una página en blanco, un escenario o un lienzo vacíos) en nuestra creación. Este proceso se encuentra encapsulado en uno de los nombres más centrales de D’s en la Torá. En un intercambio muy personal y cercano entre D’s y Moisés, en el que Moisés le pregunta a D’s cómo debe presentar a D’s frente al pueblo (Éxodo 3:14), D’s le responde Ehyeh Asher Ehyeh (“Seré el que seré”). D’s se autodefine no como una persona, ni como un lugar sino como un proceso. D’s es la fuerza que moviliza lo que es hacia lo que será.
La creatividad como práctica espiritual es la manera que tenemos para asociarnos a D’s y para desarrollar rasgos de carácter que nos permitan continuar en una permanente sociedad co-creativa. Lo que esta relación nos pide es una apertura al proceso creativo, nuestra buena disposición para aventurarnos en lo desconocido, la capacidad de estar presente en un momento determinado, estar abiertos a nuestra propia intuición y permitirnos continuar en la dirección hacia la cual nos conduzca, con profunda humildad al saber que nada de lo que traemos al mundo es exclusivamente nuestro.
La creatividad es una forma de avanzar más allá de lo que creemos que conocemos y aprovechar al máximo todas las posibilidades. Todos los días, en la liturgia matinal, describimos a D’s como mejadesh bejol iom tamid maasé bereshit: el que “renueva a diario el trabajo de la creación”. Los seres humanos somos socios de D’s en la tarea permanente de creación. Necesitamos ser creativos y D’s necesita de nuestra creatividad.
Bibliografía: Allen, R. A. (s.f.). My Jewish Learning. Obtenido de myjewishlearning.com: https://www.myjewishlearning.com/article/creativity-as-spiritual-practice/