Autodidacta y talentosa como pocas, produjo una fuerte repercusión en la liturgia judía liberal.
Las composiciones litúrgicas de Debbie Friedman, con su formato amigable y accesible a todos, suelen oírse en las congregaciones conservadoras y reformistas de todo el mundo. Su famoso “Mi Sheberaj” ayudó a muchísimas personas a encontrar la fuerza necesaria en momentos difíciles, uniéndose en pura solidaridad. ¿Cuáles fueron las fuentes de inspiración de esta artista, que falleció a los 59 años de neumonía?
Una nueva tradición musical
En los suburbios de Nueva York, con sus maravillosos colores otoñales, se observa un entusiasmo fuera de lo habitual que proviene del Tarrytown Music Hall. Está por comenzar el concierto por la celebración de los cien años del Templo Beth Abraham. Cuando Debbie Friedman y sus músicos empiezan a tocar, toda la audiencia se une en canción. El rabino, el jazán y unos 50 niños suben al escenario. Otros bailan una “hora” alrededor del hally entre las filas de asientos. Debbie produce ese efecto en la gente.
Quienes no han oído hablar de Debbie Friedman, seguramente conozcan su música. Durante más de 25 años, las melodías de Debbie se han integrado firmemente al repertorio religioso conservador y reformista. Según el Rabino Allan Smith: “Debbie nos ha dado un regalo, un modo para expresar los sentimientos más profundos hacia nuestros seres queridos y hacia la comunidad. Su regalo nos permite alcanzar el cielo. Es un ángel que le canta a D’s”
Debbie es una de las artistas de mayor éxito de la música judía, con 20 álbumes grabados y más de 200.000 copias vendidas. La música que compuso para niños, mediante la cual se enseñan conceptos hebreos y las festividades judías, son famosas en todo Estados Unidos. Hasta Barney, el dinosaurio violeta, cantó su “AlefBet” en televisión. En 1988, el partido “Forward” la nombró como uno de los 100 judíos norteamericanos más influyentes.
El dulce estilo folk de su V’ahavta (plegaria que forma para del Shemá), el Mi Shebereaj (plegaria para la sanación) y tantas otras plegarias de su autoría resultan fáciles de cantar y permiten una participación más activa en los servicios religiosos. “Mi objetivo es involucrar a todos en la experiencia”, dijo. “Trato de que la plegaria sea amigable. Porque cuando la música pertenece a un género conocido por todos, la gente logra hacer una conexión entre música y texto. El poder real está en la poesía de la liturgia, en su capacidad para movilizarnos, para conectarnos con nuestras más profundas ideas, esperanzas y temores.”
En algunas de sus grabaciones, la orquestación de sus temas es opulenta y lujosa. Pero la mayor parte de su música se adapta perfectamente al rasgueo de guitarra de los madrijim en los campamentos. Su música proviene de distintas fuentes, que van desde Judy Collins hasta el fallecido cantante quaalí Nusrat Fateh Ali Khan. Todo aquello que su oído procesaba podía convertirse en una idea melódica para una canción. “Lo que yo hago es responder al texto”, dijo. “Un rabino amigo mío dice que mi música es un midrash musical. Es una forma interesante de definir lo que hago.”
En las estanterías de libros del departamento de Debbie, los volúmenes de Midrash y Talmud, que evidencian un uso intenso, comparten el espacio con otros sobre pensamiento judío contemporáneo. “Me resultan indispensables para entender de qué se tratan estos rezos”, dijo. “Para el texto que estoy trabajando ahora, una frase en particular me da vueltas y vueltas en la cabeza. Escribo sobre lo que viene a mi mente en relación con esas palabras, tanto en lo que hace a la letra como a la música.” Al asignarle un texto hebreo a la música, el idioma le parece tan musical que prácticamente se escribe solo. “El hebreo tiene en su interior su propia música apasionada.”
Desde 1988, Debbie debió enfrentar una enfermedad neurológica, motivo por el cual debió ocasionalmente interrumpir su actividad. Su actitud frente a tal situación fue siempre positiva. “Cada uno de nosotros debe hacer frente a los desafíos”, dijo. “Si no lo hacemos, nos perdemos una dimensión importante de nuestras vidas. Si elegimos paralizarnos y no sentir lo que nos pasa, creo que estaríamos eligiendo una forma bastante horrible de vida.”
Debbie saca fuerzas aprovechando al máximo el poder sanador de la plegaria en comunidad. “Formar parte de una comunidad ayuda a la gente a enfrentar el dolor.”, dijo Debbie. “Muchas veces, cuando estamos enfermos o deprimidos, nos sentimos heridos espiritualmente. Nos aislamos y nos quedamos afuera, en el frío. Durante los servicios de sanación, las personas (a veces cientos de personas) se unen; comparten momentos, canciones y plegarias, pueden ver que sufrimos, que sentimos dolor y que dependemos unos de otros. No es que busquemos milagros, no arrojamos nuestras muletas, sino que buscamos el modo de aceptar el hecho de que quizás nunca podamos prescindir de ellas. Literalmente incorporamos la letra y la música al cuerpo para que nos sostenga mientras atravesamos el dolor. Gran parte del canto y del espíritu provienen del dolor.”
En 1995, Debbie alcanzó un momento clave en su carrera, al llenar el Carnegie Hall en el festejo de su 25º aniversario como intérprete y la producción de dos discos con la música de tal evento. En 1998 grabó un álbum pop titulado It’sYou, producido para Sounds Write Productions por el director musical de The Manhattan Transfer. En 1999, Hallmark publicó una colección de tarjetas de salutación llamadas “Tree of Life” (Árbol de la Vida), con sus letras, para RoshHashaná, Janucá y Pésaj.
La obra de Debbie Friedman es un legado de su pasión por “congregar a todos” y del poder que tiene una comunidad unida en canción.
Este artículo fue publicado en Reform Judaism Magazine, en su edición de verano de 2002, Vol. 30, No. 4 y se reproduce con su autorización.
Bibliografía
Bordowicz, H. (s.f.). My Jewish Learning. Obtenido de myjewishlearning.com: https://www.myjewishlearning.com/article/debbie-friedman-singing-unto-god/