Elegir el cambio y reelegir lo bueno


Por la RABINA JUDY NOWOMINSKI

 

Los cambios parecen ser un componente inherente  del camino propuesto por la tradición judía.

Tan solo echar un vistazo al idioma hebreo nos ayuda a entender esta idea.

Cada mes celebramos su inicio en Rosh Jodesh,  la renovación de la luna que trae una nueva oportunidad y probablemente por eso  mes se dice Jodesh que comparte la raíz de Jasash que significa nuevo.

También Shaná que traducimos como años significa “cambio” (Shinui= cambio).

Sin embargo, la raíz de Shaná nos recuerda que conviven en nuestras fuentes dos concepciones distintas en relación al tiempo y nuestras elecciones.

Podemos elegir cambiar (Leshanot), pero también repetir (Lishnot) aquello que nos hace bien y es beneficioso.

Una mirada sobre la ley judía y su evolución nos confronta también con lo que permanece inmutable y lo que cambia permanentemente o en algún momento determinado.

Por un lado, nos maravillamos cuando tomamos consciencia de las tantas y hermosas tradiciones milenarias que continuamos practicando con tanto esmero y dedicación, inclusive esforzándonos para que nuestros jóvenes las reelijan con amor y orgullo.

El encendido de las velas, la Jalá y la Matzá, el Minian y la lectura de la Torá son solo algunas de ellas.

Pero si analizamos en detalle varias de las leyes prescriptas en la Torá, inmediatamente nos daremos cuenta de que muchas de ellas ya no son vigentes o han mutado. Se han transformado o simplemente han caído en desuso.

Un ejemplo interesante es el dela”Isha Sotá”, conocida como la ley de los celos o la ley de la mujer adúltera.

De acuerdo al texto bíblico, si un hombre sospechaba que su mujer había sido infiel, debía llevarla ante el sacerdote, para luego en el santuario y más tarde en el Templo de Jerusalén,  practicar un ritual en el que le hacían  beber aguas amargas a la mujer. De esa manera podían  comprobar si la sospecha era cierta o liberarla del castigo por la transgresión, si solo se trataba de celos y sospechas.

Esta ley y el ritual en detalle aparecen en el cuarto libro de la Torá, parashat Nasó, Bemidvar, 5: 11-31.

La ceremonia de prueba a la que era sometida la mujer era muy dura y vergonzante y, sin duda, no apuntaba al diálogo  y a la reconciliación amorosa en la pareja.

Esta ceremonia hoy no se practica más y  fue moderada por los sabios.

Ruth Calderón explica, en uno de sus libros,  que los sabios intentaron abolir la fatal ceremonia de las aguas amargas y promovieron a los miembros de la pareja a separase al amparo de un arreglo económico, con el mínimo perjuicio y escándalo.

Trasladaron el ritual del Templo a los tribunales. Crearon una instancia intermedia de advertencia denominada “kinui” en la que el esposo debe explicar frente a testigos la identidad del hombre del que sospecha.

Pero tal vez lo más importante es que quitaron las fuerzas mágicas de una ceremonia primitiva y transformaron el ritual bíblico salvando a muchas mujeres de la muerte o el control de maridos celosos.

Uno podría preguntarse si es posible realizar cambios tan significativos, a tal punto de erradicar un ritual indicado en la Torá.

La respuesta es que la ley judía siempre ha sido estudiada y reinterpretada. Jamás se mantuvo inalterable y fue transformándose acorde a las necesidades de las diferentes épocas.

La Torá misma da a los sabios en Parashat Shoftim, en el quinto libro de la Torá, el consentimiento (a los sabios de cada generación) a dar una respuesta clara a la gente para que sepa cómo actuar.

Cuando alguna cosa te fuere difícil en el juicio, entre una clase de homicidio y otra, entre una clase de derecho legal y otra, y entre una clase de herida y otra, en negocios de litigio en tus ciudades; entonces te levantarás y recurrirás al lugar que Adonai tu Dios escogiere; y vendrás a los sacerdotes levitas, y al juez que hubiere en aquellos días, y preguntarás; y ellos te enseñarán la sentencia del juicio.Y harás según la sentencia que te indiquen los del lugar que Adonai escogiere, y cuidarás de hacer según todo lo que te manifiesten. Según la ley que te enseñen, y según el juicio que te digan, harás” Devarim 17: 8-11

La transformación y el cambio son esenciales para vivir una vida judía. Muchas leyes no tuvieron que ser modificadas  y otras sufrieron cambios muy significativos relacionados con los contextos sociales, históricos o económicos.

Uno de los cambios que aun incomodan son los relacionados con la mujer, el reclamo de igualdad participativa en el ritual religioso y ni que hablar en el liderazgo comunitario.

El abordaje del desarrollo de cada uno de los temas en relación al status de la mujer en la ley judía es extenso y ha sido muy bien desarrollado en varios libros y artículos escritos por prestigiosos rabinos e intelectuales.

Quizás es interesante poner atención en cómo prejuicios e ignorancia fueron la base de muchas prohibiciones que dejaron a la mujer en un lugar relegado, sin oportunidad y acceso al estudio y a la práctica durante tantos años.

Un ejemplo es el argumento de que la mujer menstruante no puede tocar el Sefer Torá, cuando el Talmud en el tratado de Brajot 22a expresa claramente que las palabras de la Torá son como el fuego y por eso no pueden impurificarse. Además la gran mayoría de los grandes sabios (Rif, Rambam, Rosh, Iosef Caro) han legislado de acuerdo a esta fuente del Talmud.

En relación  a la opción de elegir el cambio  y reelegir  lo bueno debería a esta altura de la historia de la humanidad, y en especial en las comunidades liberales, convertirse en algo posible y real. Abandonar el ámbito del  discurso y la prédica para pasar a la práctica y a la acción.

Suelo mencionar a menudo una de las películas que más me han conmovido en los últimos años,“Green Book”, para ejemplificar el límite o el punto de inflexión para que nos atrevamos a elegir el cambio, mientras reelegimos aquello que sentimos bello y bueno y amamos.

Es una película acerca de un viaje real  que realizó en la década de 1960 el pianista estadounidense de origen africano Don Shirley junto a Tony Lip, también estadounidense pero de origen italiano, su chofer y guardaespaldas.

Más allá de los prejuicios entre ambos y la transformación del vínculo entre ellos de lo hostil a la más pura amistad y comprensión, es notable que durante toda la trama, el músico confrontara distintas situaciones de discriminación  por su color o su condición sexual.

Todas las situaciones las toleraba para poder tocar el piano, ofrecer sus conciertos  y llegar con su música a un público culto y refinado.

Hasta que en una ocasión lo obligaron a cambiarse en el cuarto de servicio y le prohibieron sentarse en el salón y disfrutar de la comida junto a todos los comensales a quienes iba a deleitar con su música.

Fue esa injusticia el punto de inflexión que lo impulsó a abandonar la humillación y el sometimiento. Se retiró del lugar sin terminar su concierto.

¿Cómo continuar brindando su arte mientras era humillado? ¿Acaso si continuaba haciendo su trabajo en silencio era posible generar algún cambio?

Traigo este ejemplo porque, a menudo y durante años haciendo caso al slogan “los cambios se hacen desde adentro”, las mujeres estuvimos dispuestas a convivir con la desigualdad de oportunidades, injusticias y hasta repetir sin analizar argumentos humillantes y opresivos.

Hoy reconozco con alegría y gratitud los pasos dados por los maestros que nos precedieron, que desde hace varias décadas han actuado para implementar cambios significativos.

Todo ha cambiado desde que mi maestro el Rabino Marshall Meyer Z’L me impulsó a usar talit, hace casi cuarenta años.

Hoy las mujeres tienen Aliot a la Torá, celebran su Bat Mitzvá, se colocan Tefilín y ofician en las ceremonias religiosas. Algunas presiden comunidades y otras somos Rabinas.

Las acciones de nuestros padres y maestros deberían ser una señal inspiradora para nosotros y motivarnos a dar un paso más en la práctica comunitaria y sinagogal.

No es cierto que deberíamos esperar el momento propicio y que  el tiempo traerá los cambios. Solo  nuestras acciones traerán  los cambios. Cada acción que pongamos en marcha será la muestra de nuestras elecciones así sean para el cambio o para reelegir lo bueno.

¡Por un año de buenas elecciones, innovación y cambio!

Crédito foto Rabina Judy Nowominski: https://www.radiojai.com/index.php/2019/10/11/3025/judy-nowominsky-364-dias-del-ano-estamos-conectados-con-lo-material/

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